“La pobreza y la impotencia
de la imaginación nunca se manifiestan de una manera tan clara como cuando se
trata de imaginar la felicidad”
Con tamaña frase empieza su libro Estanislao, un escritor de Medellin que ha
dado en el clavo con este texto, donde deja claro que el nuestro peor pecado es
buscar regresar al paraíso…
La búsqueda de la
tranquilidad, de la total estabilidad, de esa homeostasis perpetua… es de
verdad un cáncer, no de los cánceres que reducen la vida, no, es un cáncer crónico
que no deja vivir y le quita valor a la muerte.
La constante búsqueda de una
zona de confort para no salir de ella, ese perpetuo estado de querer regresar
al huevo, esa cobardía diplomática y calculadora que nos evita arriesgar, que
nos evita la búsqueda del dolor pero que termina por hacernos sufrir.
“El elogio a la dificultad” suena algo motivante pero está lejos de ser el
onanismo mental de un coelhiano, este texto va rechazando de tajo la cuestión donde
las ganas y el deseo son suficientes para vencer, nada más alejado de la
verdad, vale la pena aceptar que solo desear no es suficiente, que el
sufrimiento y las penurias son necesarias para hacerse merecedor de alguna
gloria por pequeña que sea.
Que algunas veces todo el esfuerzo, la dedicación, la sangre y el sudor
invertidos serán en vano, y no siempre por las circunstancias, habrá veces que
simplemente quien se posa en frente sufrió, sudo y sangro más que vos y del
choque de esas dos perspectivas el resultado puede no ser favorecedor “Para ser el mejor, hay que pasar por lo peor”.
En el entrenamiento físico esto se refleja fisiológicamente, en otro post
alguna vez coloque la base gráfica de la Super-Compensacion, el cuerpo se
mantiene en un estado de homeostasis (normalidad) y cuando lo empujamos a una
actividad física extenuante e intensa este se desequilibra entrando en una
heterostasis, al entrar en el reposo el cuerpo se recupera pero esta vez mejor
preparado para recibir otro estrés físico (y hasta psicológico) de igual
intensidad, así entonces se ADAPTA, como el deportista que adapta su cuerpo a
duras jornadas de entrenamiento, el campesino que adapta su cuerpo a fuertes jornadas
de trabajo en el campo, el obrero de construcción que termina por adaptar su cuerpo
a duras jornadas laborales o el militar que adapta su mente y cuerpo a duras
jornadas fisicas y al combate.
“Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y
por lo tanto también sin carencias y sin deseo: un océano de mermelada sagrada,
una eternidad de aburrición.”
Vivir así o en búsqueda de
ello es directamente querer convertirse en un hedonico estomago con patas, es
negar los callos del trabajo y la labor, el cansancio mental y físico, es
irrespetar la tensión muscular de los ancestros en las guerras y los campos
para defender su tierra o alimentar sus familia, la frustración de todo espíritu
deportivo y combativo. De verdad me produce pesar y asco quien nunca ha
intentado nadar contra corriente y romper el paradigma de “buscar una vida cómoda”
que ofrece la actualidad.
Quien nunca sale de su zona
de confort, quien evita participar o competir por que siente que no podrá lidiar
con la decepción, como diría Tyler “Tienes que tener en cuenta la posibilidad
de no caerle bien a Dios” que es lo más posible, pero no por ello vas a
abandonar la trinchera… conviene abrazar la injuria y el peligro, habituarse a
la tensión y al rápido palpitar, “ya podrás descansar cuando mueras”, por que
como decían en el Japón de antaño “La vida es pesada como una roca y la muerte liviana
como una pluma”.