domingo, 7 de junio de 2015

Otto Skorzeny, Él Vive peligrosamente, la vida dura y la deportividad.


Bueno me demore más de lo esperado en re-leer este libro, ya lo había leído hace un tiempo pero me pareció pertinente volverlo a hacer.

Sin duda cuando uno piensa en Skorzeny piensa en un tipo con una actitud pro-activa, es un personaje de cierta “aristocracia espiritual” y bastante positivo frente a las situaciones sin llegar ser muy altivo. Se enorgullecía de sus heridas, las cuales obtuvo de forma que él consideraba honorable, aun cuando le llamaron “Scarface” y esto es una referencia cinematográfica algo gangster.

Prácticamente en los 2 primeros capítulos del libro (niñez y juventud) uno se percata como se constituyó la personalidad de Otto bajo ciertos parámetros, y su posición frente la vida en la cual se debe “golpear primero”, ser de avance continuo, “abordar siempre” para no ser abordado uno (pedazo de referencia naval).

Pues bueno, el vivir peligrosamente es un concepto que llevado a contextos modernos se nos hace apreciable a la vista, he decidido enfocarlo a 2 determinantes, la deportividad y la “vida dura", deportividad desde el contexto de la competencia, del luctatorio espíritu del ser humano, del sentido agonista… y la otra desde la vida “dura” que muchos llevamos, ese “aggro” en el que el azar nos ha metido, la ludopatía por el ambiente callejero, la rebelión, la música y el arrabal.

Otto en su texto expresa que desde joven le gustaron los deportes, que lo hacían sentir vigoroso y se volvían una necesidad en sus tardes austriacas, desde ese punto se identifica el deseo de auto superarse, pieza clave del vivir peligrosamente, no se puede supercompensar si no hasta tocar fondo en la fatiga, no se puede mejorar si no se lleva el cuerpo al limite.
Pues bueno partamos de la base de que el deporte competitivo, no es salud, el entrenamiento arduo y constante degenera en una sobre carga que progresivamente aumenta y pone presión sobre órganos y articulaciones… heridas, cicatrices, intervenciones quirúrgicas, lesiones que nunca se recuperan totalmente, pequeños dolores y malestares que por ratos vuelven para recordarte que poco a poco se acaba tu vida útil, para recordarte que la vida no es fácil, ni ningún puto carnaval, que vos elegiste una vida de “llevar la muleta en una mano y un arma en la otra”, luchas, pierdes, ganas, entrenas y reinicia… pierdes contra un oponente, pierdes contra ti mismo, intentas superarte e intentas superar a otros, estás constantemente moviéndote y tratando de desplazar tus límites físicos y destrezas un poco más, quedarse quieto es retroceder pues el contexto y los otros se mueven, ser pasivo es entregar la pelea antes de siquiera entrar en ella.

Otto lo expondría en un párrafo muy simple
“Todo hombre que vive y piensa pasivamente, no llegará nunca a realizar grandes cosas. Cualquier clase de vida requiere un mínimo de actividad. Y la actividad es la única que puede darnos resultados positivos. El hombre activo consigue desarrollar su personalidad de una manera más completa; y la suma de sus actos acabará dándole unos resultados que, no cabe la menor duda, le favorecerán”

Pero no solo aplica a la deportividad, muchos de nosotros cuando decidimos consciente pero juvenilmente entrometernos en ese mundo de la provocación y el espíritu callejero en parte lo hacíamos por esa sensación de quietud que no nos llenaba, yo mismo recuerdo parte de mi pre-adolescencia angustiado por la monotonía y sin sabor del día a día, lo que llenaba las expectativas de otros no llenaba del todo las mías y asumo que muchos de los que escogimos estos caminos sentíamos lo mismo, pues aunque llegáramos a ellos por el azar, era esta sensación de búsqueda constante e inconformidad lo que nos mantenía en los mismos.


De por si la vida de toda persona presenta altibajos, escollos y problemas varios, pues bueno los que elegimos seguir cualquiera de estos dos caminos (o ambos) como la deportividad o la ludópata vida aggro decidimos agregarle unos cuantos obstáculos más a nuestro camino y lo que es más masoquista lo hacemos por gusto, enfrascándonos en luchas tacitas personales, militancias y tensiones, pero es que por lo menos yo (no se ud lector) no concibo una vida “tranquila” y quieta, ya llegara la muerte en su momento para dejar la corporeidad y la neuronalidad “quieta” (o muerta que es para mí lo mismo) y descansar.

Si bien en la deportividad estás constantemente buscando auto superarte, los momentos de más álgida tensión son cuando te adentras en ese vals metafísico del enfrentamiento, cuando la suma de tu proceso debe respaldar tu desempeño, cuando dos espíritus hambrientos de victoria chocan y esto es todavía más evidenciable en los deportes de combate… destrozas tu cuerpo, lo llevas al límite, lo golpeas y fatigas día tras día, hora tras hora, para conseguir algo en ese momento, en esos segundos que te dan la victoria, y haces todo eso acumulando lesiones durante años no solo para ganar, pues si así fuera renunciarías cada vez que pierdes, no , se hace por la sensación del enfrentamiento… tal cual a medida que sube el alcohol en la sangre las ganas de enfrascarse en una agresión aumentan, a medida que entrenas y te auto-superas quieres probarte frente a alguien del mismo o más nivel.

Uno de los conceptos del guerrero dinámico es estar en constante desarrollo físico, mental y hasta espiritual, y es porque la vida es una constante de combate tras combate, hasta que pierdas tu última partida con la muerte y ella en consolación te deje descansar por fin.

La oda que hace Otto al duelo con espadas frecuentado por los estudiantes de la aristocracia en Austria y Alemania, es el ejemplo más puntual de vivir peligrosamente:

”El duelo a espada era sencillamente, un medio educativo y como tal fue ejercido durante mucho tiempo, Combatíamos basándonos en la idea de medir nuestras fuerzas, nuestra destreza, no siendo, por tanto, considerado como una vergüenza ser herido por nuestro adversario”

Otto hace la aclaración, a pesar de ser llamado Scarface:
“las cicatrices de mi rostro no son consecuencias de duelos a cuchillo sostenidos en los ambientes de los bajos fondos. Me las "gané", diciéndolo de una forma simplista, de un modo "honrado", refiriéndose a que los consiguió en esos duelos de espada entre estudiantes.

Pues vale aclarar que en nuestro contexto y época el honor hace mucho que abandono las cúspides de las aristocracias mundiales, hoy día es poco probable encontrar jóvenes de la alta alcurnia defendiendo el honor en justas o duelos… ahora esto se ha desplazado hacia los escenarios deportivos competitivos, y sería sano que también lo lleváramos a las calles, como respuesta a la putrefacción abundante acogerse a códigos de honor no escritos a la hora de actuar frente a otros seria de una nobleza entre canallas (o atarbanes), pues ya está más que demostrado que promover los valores de antaño frente a la modernidad es uno de los actos más provocadores y revolucionarios que se pueden hacer.

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